El cine llega al mundo

El hombre siempre ha tenido la obsesión de guardar todo aquello que le recuerde su vida; desde objetos inanimados hasta la memoria de imágenes mentales. Desde el comienzo, tuvo la necesidad de utilizar sus manos para ilustrar con pinturas, todo aquello que cobraba significado en su vida; lugares, paisajes, familiares, animales, amigos, etc. Con el descubrimiento de la fotografía, el hombre, al fin, tuvo en sus manos una herramienta más eficaz para retener el mundo, siquiera, en blanco y negro. Con la llegada del cine, el hombre pudo retener el movimiento de la vida y transformarlo.
Muchos fueron los inventos y aparatos que en materia de animación se acercaban cada vez más a la captura del movimiento de la imágenes. Desde la proyección de imágenes a través de la luz, en la Caverna de las Sombras descrita en el Libro VII de La República, de Platón, pasando por las marionetas de sombras de China, India y Java, teatros ópticos que daban la ilusión del movimiento, linternas mágicas de todas las formas y tamaños, hasta llegar a una serie de juegos ópticos, que permitieron descubrir principios básicos para simular el movimiento. Con la aparición de la fotografía y la evolución de las impresiones fotográficas sobre películas y papel, el cine estaba a un paso.
Thomas Alba Edison (1847-1931) había dedicado su vida a la ciencia, y obró de manera ejemplar. Inventó la bombilla eléctrica y mil inventos más. Entre 1890 y 1893, en su laboratorio de West Orange, se dedicó a su nueva obsesión; la fabricación de un dispositivo para capturar el movimiento, y para ello, encargó la misión a W.K. Dickson. El resultado de esa obsesión fue la patente de una cámara que llamó Kinetógrafo y un proyector que llamó Kinetoscopio. Sin embargo, el Kinetoscopio era una especie de gran armario con un visor en la parte superior, lo que significaba, la vista individual de una serie de imágenes, que pasadas a una velocidad determinada, daban la ilusión de movimiento.
En mayo de 1894, Antoine Lumière, padre de Louis y Auguste, asistió a una presentación del Kinetoscopio de Edison en París y quedó fascinado con el aparato. Su obsesión fue tal, que ese mismo año adquirió uno y se lo mostró a sus hijos, que, impulsados por el padre, se aventuraron a poner en práctica todos sus conocimientos sobre física, química, fotografía, óptica, iluminación, etc. Los hermanos Lumière, Louis (1864-1948) y Auguste (1862-1954), trabajaron incansablemente en el desarrollo de la fotografía hasta que, con su ingenio, el apoyo de su padre y varios experimentos y pruebas, lograron inventar el Cinematógrafo, la primera cámara que tenía la posibilidad de grabar el movimiento y proyectarlo. Fueron los primeros en proyectar imágenes sobre una pantalla y, así, se convirtieron en los pioneros del cine.
Una vez el cinematógrafo funcionó correctamente, los hermanos Lumière realizaron un par de presentaciones privadas con su invento, en algunos encuentros científicos. Todos los asistentes los incitaron a realizar una presentación pública de su invento. Y el 28 de diciembre de 1895, en el sótano del Gran Café de París, en el Bulevar de los Capuchinos No. 14, por la suma de 1 franco, el mundo tuvo la posibilidad de asistir a la primera proyección sobre una pantalla, de imágenes en movimiento, filmadas por Louis Lumière con la cámara-proyector, inventada y patentada por él y su hermano, el 13 de febrero de 1895, sólo unos meses después de la llegada del Kinetoscopio de Edison a París.
Lo primero que vieron estos espectadores desprevenidos fue unos obreros saliendo de una fábrica, la fábrica Lumière. Se trataba de la primera película. El primer rol interpretado por una multitud de obreros. Los asistentes se resistían a creer lo que sus ojos veían. El movimiento en blanco y negro de estos primeros personajes, un perro, un carruaje, y como si fuera poco, sus sombras en el piso. El viento, la vida de la ciudad, eran algunos de los temas de las pequeñas películas, 10 en total de ese primer programa, cada una de casi un minuto de duración. El asombro de los primeros espectadores era evidente; tenían en frente un mundo nuevo, un nuevo marco para admirar el mundo.
El regador regado, otra de las primeras películas de los hermanos Lumière, fue una de las favoritas de aquella presentación, se trataba de la primera comedia, o al menos farsa, que contenía la estructura de principio – nudo – desenlace. Un jardinero regaba unas matas, y de repente, un joven pisa la manguera, cuando el jardinero ve por el orificio de la manguera para determinar qué ocurre, el joven quita su pie de la manguera y el regador o jardinero ha sido regado. La llegada del tren a la estación de la Ciotat, era eso, la llegada de un tren a una estación, sin embargo, éste llegaba desde una diagonal, y algunos espectadores se levantaron asustados por la locomotora, que silenciosa, parecía salirse de la pantalla.
Los hermanos Lumière crecieron con la influencia de un padre pintor y fotógrafo. De allí que Louis tuviera esa afinidad y facilidad para filmar películas con un sentido fotográfico de la composición y del encuadre. La perspectiva, la profundidad, las diagonales y la manera en que era utilizada la cámara para grabar las películas, parecían cuadros vivos. Gracias a esas primeras películas, es posible comenzar a identificar modos de vida, costumbres, y testimonios de la época. Ese tono naturalista, realista y de actualidad dará origen más adelante al Cine-ojo soviético, a los noticieros y, por supuesto, a los inicios del documental.
Desde la primera función del Cinematógrafo, recibieron varias ofertas de compra, entre ellas, una de parte del mago ilusionista francés Georges Méliès, dueño en ese entonces del reconocido teatro Robert Houdini. Los hermanos Lumière se rehusaron a vender su invento, pues querían encargarse ellos mismos de la producción y distribución de sus filmaciones. En el fondo, se trataba de un dispositivo nacido de la ciencia para la ciencia. Cientos de cinematógrafos viajaban por todo el mundo en manos de cientos de operadores entrenados por los hermanos Lumière para filmar el mundo y mostrarlo al mundo.
Pero lo que los hermanos Lumière no sabían era que Georges Méliès conseguiría otra cámara y, entre 1896 y 1906, comenzaría a realizar películas en su estudio “Star film”. Las producía, dirigía, escribía, filmaba, actuaba y decoraba. Méliès encontró en el cine la posibilidad de contar historias propias o basadas en la literatura (como su adaptación de El viaje a la Luna, de Julio Verne) recurriendo incluso, a trucajes y efectos especiales (los primeros en el cine). Méliès se percató que con la cámara podía mentir. Fue el primero en utilizar elementos narrativos, propios del cine, como los fundidos, las sobreimpresiones, y otros efectos ópticos y de iluminación artificial propia a un estudio. Georges Méliès aparecía y desaparecía; transformaba la realidad y la alteraba. Georges Méliès fue el primero en darle un carácter artístico y narrativo al cine, fue más allá del entretenimiento.
Aparecen, entonces, los géneros pioneros en el cine. Por un lado la realidad y por otro la ficción. La realidad basada en los documentos fílmicos de los hermanos Lumière y la ficción apoyada en la literatura y los primeros trucos a cargo de Méliès. Entre tanto, en Estados Unidos, Edison construye su estudio “Black Maria”, donde produce cientos de películas y asume el monopolio de la distribución.
Comienza el siglo XX, y el cine es la manera apropiada de narrar historias con imágenes. La vida, la naturaleza y la forma de vivir de los pueblos seguirá siendo un tema de importancia. La ficción será, como el mito, una forma de transformar y explicar la realidad. Se acerca la primera guerra mundial y el cine comienza a expresarse por sí solo, a elaborar un lenguaje propio. Un vagabundo, que hace reír, aparece por primera vez en la pantalla. Vienen escuelas, vanguardias y otras formas de contar historias. Comienza a sonar la palabra Hollywood. El cine parece una industria rentable; cientos de salas, estudios, películas, autores, actores, etc.
Pero lo importante es que, así sea en silencio, el cine ha llegado al mundo.
Por Julián Saad Pulido